Esta simple anecdota refleja la fe ciega que tenía depositada Juande en el magnífico centrocampista producto de la cantera Mallorquinista y las condiciones de las que ha hecho gala en toda su trayectoria como jugador profesional: Entrega, humildad, coraje, sacrificio y dignidad. Siempre ha ofrecido el mismo rendimiento en favor de su equipo, tanto si salía de titular, como de suplente, como si llevaba varios partidos sin jugar por culpa del alto rendimiento que ofrecían sus compañeros.
Los comienzos de Martí en el fútbol profesional no fueron fáciles. Con 20 años ascendió al Mallorca B convirtiendose en uno de los jugadores con mayor proyección del filial y en el que mayores esperanzas se tenían depositas. Pasaban las temporadas y Pep continuaba en el segundo equipo, luchando por una oportunidad que nunca llegaba, tal era la situación que en cinco temporadas solo participó en un partido de primera división, debutando así de la mano de Benito Floro. En esta (deprimente) situación, Martí, con 25 años, y casi nula experiencia en primera división, decide buscarse la vida fuera de las Islas Baleares para partir rumbo a otras islas, las Canarias, más concretamente a Tenerife, donde se convierte desde el primer día en líder del centro del campo, mandamás de la medular, y ejecutor de lanzamientos de faltas, corner y saques de banda (espectaculares los desplazamientos que es capaz de realizar con los brazos). Apenas tres años disfrutó el tenerife de su juego, cuando Monchi, que estaba fraguando el gran Sevilla de estos últimos años, se hizo con sus servicios para comandar la nave sevillista. Sin duda, Pep Lluís ha sido uno de los jugadores más importantes para sentar las bases del que acabaría siendo uno de los equipos más sorprendentes del último lustro. Trabajando incansable en la sombra, en sus primeros años desde la alineación titular, y en estos dos últimos desde la suplencia, con tal de aupar al Sevilla entre los equipos más grandes de Europa.
Con el fichaje de Martí, el Mallorca cubre el hueco dejado por Basinas para recojer la dirección del juego mallorquinista. Poseedor de una inteligencia táctica magnífica, un juego de distribución y basculación excelente, su don de mando le otorgará una situación de privilegio en el esquema mallorquinista. Además, cubre una de las necesidades más descuidadas del equipo, que es el golpeo a balón parado, tanto en saques de esquina como en centros al área (aunque menos en las faltás directas a puerta). Su misión en el terreno de juego será la de contener al rival cuando el equipo se heche atrás, y la de organizar el juego y distribuir el balón cuando se dediquen a defender.
Sin duda, llega para ser titular desde el primer día, y otro recién llegado, Mario Suarez,
deberá pegarse a su sombra con tal de aprender y adquirir experiencia con tal de ser el sustituto perfecto para cuando el jugador mallorquín ya no pueda alcanzar el nivel que exige el equipo.
Con 33 años, ha vuelto el hijo pródigo, el que siempre fué ojito derecho del ahora secretario técnico Nando Pons, rogó públicamente al presidente sevillista que le liberara para poder volver a casa, donde se crió, donde le enseñaron a jugar a fútbol y donde apredió los valores que hoy hacen de él un hombre honesto, humilde y profesional.
Sin duda, Josep Lluís Martí ha vuelto al lugar del que nunca debió marchar.